Archivo por meses: agosto 2011

La confianza sigue en caída. La recuperación más lejos.

La Comisión Europea publicó hace un par de días la estimación del índice de confianza del consumidor en la Unión Europea y en la zona Euro y los datos no son nada esperanzadores:

In August 2011, the DG ECFIN (Directorate General for Economic and Monetary Affairs) flash estimate of the consumer confidence indicator strongly declined in both the EU (down to -16.8 from -12.4 in July 2011) and the euro area (down to -16.6 from -11.2 in July 2011).

Es decir, la confianza, elemento necesario para una recuperación económica, sigue cayendo. Si los consumidores no consumen (valga la redundancia) la economía no va a despegar y, por tanto, el crecimiento económico no se produce. Parece claro, pues, que los planes de ajuste no están dando los resultados que algunos economistas esperaban. Los datos de crecimiento del paro en Grecia, de la caída del consumo privado en Portugal y otros datos macroeconómicos como la ralentización del crecimiento de economías como la alemana o la francesa son indicativos de que los ajustes y recortes no parecen la solución a los problemas actuales. Sin embargo, algunos economistas apuntan a que tampoco funcionan los planes de estímulo del gasto. Esa cuestión se plantea hoy Robert Barro en un artículo en el The Wall Street Journal donde, centrándose en la economía americana apunta que:

Food stamps and other transfers aren’t necessarily bad ideas, but there’s no evidence they spur growth.

Plantea que las políticas de ayuda y estímulo de gasto no influyen necesariamente, en el crecimiento de la economía y que, además, no hay pruebas de que esto sea así:

There are two ways to view Keynesian stimulus through transfer programs. It’s either a divine miracle—where one gets back more than one puts in—or else it’s the macroeconomic equivalent of bloodletting. Obviously, I lean toward the latter position, but I am still hoping for more empirical evidence.

Pero este artículo ya ha tenido respuesta y en The Washington Post, Dylan Matthews publica un artículo titulado «Did the stimulus work? A review of the nine best studies on the subject» en el cual analiza nueve artículos sobre estímulos de gasto y encuentra que:

Of the nine studies I’ve found, six find that the stimulus had a significant, positive effect on employment and growth, and three find that the effect was either quite small or impossible to detect.

Por tanto, parece que las políticas de ayuda y estímulo de gasto sí resultan positivas para el crecimiento y el empleo. Pero esas políticas deberían ir destinadas a gasto productivo o gasto social, de manera que sirvan para incrementar la confianza y, por tanto, el crecimiento económico.
 

Nouriel Roubini habla sobre el capitalismo

En este artículo el economista Nouriel Roubini hace un repaso a la situación económica actual en los países occidentales y afirma que es díficilmente sostenible tal y como está planteada. De hecho, casi dice que el capitalismo camina hacia el fracaso:

«Parece que Karl Max estuvo parcialmente en lo correcto al argumentar que la globalización, la intermediación financiera fuera de control, y la redistribución del ingreso y la riqueza de los trabajadores en beneficio del capital podría llevar al capitalismo a su autodestrucción (sin embargo se demostró que su idea de que el socialismo da mejores resultados fue errónea). Las empresas están recortando puestos de trabajo porque no hay suficiente demanda final. Sin embargo, al recortar puestos de trabajo se reduce el ingreso de los trabajadores, se aumenta la desigualdad y se reduce la demanda final.  «

El descontento de la sociedad se plasma en manifestaciones y protestas:

«Las protestas populares recientes, que se extienden desde el Medio Oriente hasta Israel y el Reino Unido, y la creciente ira popular en China – y que más temprano que tarde llegarán a otras economías avanzadas y mercados emergentes – son todas impulsadas ​​por los mismos problemas y tensiones: creciente desigualdad, pobreza, desempleo, y desesperanza. Incluso las clases medias del mundo están sintiendo la presión de la caída de ingresos y oportunidades.

Para permitir que las economías orientadas al mercado operen como deberían y como pueden, tenemos que retornar al equilibrio adecuado entre los mercados y la provisión de bienes públicos. Esto significa alejarse tanto del modelo anglosajón de laissez-faire y economía vudú como del modelo europeo continental de los estados de bienestar impulsados por el déficit. Ambos modelos están resquebrajados.»

Y las soluciones, al parecer, existen:

«El equilibrio adecuado hoy en día exige la creación de puestos de trabajo de manera parcial a través de estímulos fiscales adicionales dirigidos a las inversiones en infraestructura productiva. También requiere de impuestos más progresivos; más cantidad de estímulos fiscales a corto plazo junto con disciplina fiscal de mediano y largo plazo; de apoyo de préstamos de última instancia por parte de las autoridades monetarias a fin de prevenir corridas bancarias destructivas; de reducción de la carga crediticia de los hogares insolventes y de otros agentes económicos que atraviesan dificultades económicas; de supervisión y regulación más estricta de un sistema financiero que está fuera de control; y de fraccionamiento de los bancos que son demasiado grandes para quebrar y de los fondos de inversión oligopolísticos. «

Pasan por invertir en capital humano y capital social, cuestiones que a los que nos gobiernan parece que les cuesta entender:

«Con el tiempo, las economías avanzadas tendrán que invertir en capital humano, capacitación y redes de seguridad social para aumentar la productividad y permitir que los trabajadores compitan, sean flexibles y prosperen en una economía globalizada. La alternativa es – igual que en la década de 1930 – interminable estancamiento, depresión, guerras cambiarias y de balanza comercial, controles de capital, crisis financiera, insolvencias soberanas, y masiva inestabilidad política y social.»

 

La crisis de deuda es, también, una crisis de confianza

Estos días están los “mercados” muy revueltos. La prima de riesgo de España e Italia ha alcanzado cotas máximas que luego se han relajado, tras la intervención del Banco Central Europeo (BCE). Pero, ¿qué subyace tras todos estos movimientos del mercado? Pues, fundamentalmente, una crisis de  confianza. Falta de confianza de los inversores en que los países puedan hacer frente a sus pagos, falta de confianza en los gobernantes de los principales
países afectados por razones diferentes. En España porque parece que tras el anuncio de las elecciones al 20 de noviembre el gobierno haya frenado las  reformas que están pendientes, y en Italia, porque su primer ministro está involucrado en muchos frentes dispersos más allá de la mera tarea de gobernar  al país. Para ver un poco más del análisis de Italia y la confianza de los ciudadanos en su primer ministro podéis leer este artículo de Sabatini en el que concluye que las personas que confían en la televisión son las que más confían en su primer ministro y otras conclusiones interesantes.

Falta de confianza, además, entre los propios miembros de la Unión Europea. La diferencia entre “países ricos” y “países pobres” se ha ido agrandando y da la sensación de que los “países ricos” (fundamentalmente Alemania) no están muy dispuestos a seguir pagando los “despilfarros” de los “países pobres”. Así, si desde la propia institución se ponen en duda los rescates y las políticas de estos últimos países, es normal que los inversores no tengan confianza en los mismos. La solución pasa porque la Unión Europea sea más fuerte, se deje de peleas internas en estos momentos y tenga una sola voz que genere la confianza necesaria para empezar a poner fin a la “especulación” de los mercados.

Otra de las soluciones es aplicar recortes para contener el déficit público, pero de la forma en la que se efectúen esos recortes dependerá el futuro de estos países. Recortar el Estado del Bienestar, dejando aún más desprotegidos a los que ya lo están, no es garantía de futuro, es “pan para hoy y hambre para mañana”. Recortar en educación, en investigación o en servicios sociales básicos no hace más que aumentar las diferencias entre ricos y pobres y es caldo de cultivo para “revueltas sociales”. En lugar de aplicar las tijeras porque sí sería mejor establecer prioridades, controlar mucho mejor las ayudas que se dan y quién las recibe, tratando de evitar el fraude, recortar gastos superfluos o evitar duplicidades administrativas, por ejemplo.

Hay que tomar medidas, sí, pero para ello hay que analizar en profundidad los problemas y eso, en estos tiempos que corren, requiere tiempo y no da resultados electorales a corto plazo, que es la vara de medir actual de nuestros políticos.

Por cierto, y esto sería para otra entrada, ¿Por qué no se exige una titulación mínima para estar en política? ¿Por qué a un recepcionista de hotel se le exige saber idiomas y no a un presidente del gobierno?…

Información más detallada en esta entrada (Blog sobre Economía y desarrollo de España y Galicia)