Hoy toca un poco de autobombo (que, de vez en cuando, no viene mal).
Hace unos meses presenté mi tesis doctoral a una convocatoria de premios sobre tesis doctorales. La convocatoria la realiza la Mesa del Congreso de los Diputados a través del Boletín Oficial de las Cortes Generales (BOCG) y del Boletín Oficial del Estado (BOE).
Pues bien, el pasado 12 de noviembre se resolvió la convocatoria de esos premios (los Premios de Tesis Doctorales de interés para el Congreso de los Diputados relacionadas con los campos del Derecho; Ciencias Políticas y Sociología; Economía; y Periodismo) y la tesis de la que soy autora resultó premiada en la especialidad de Economía.
A continuación os dejo un resumen de lo que se desarrolla en la tesis y que ya se ha comentado en ocasiones en este blog:
La tesis doctoral analiza un aspecto importante a tener en cuenta en el crecimiento y el desarrollo económico de los países, el capital social. El capital social representa uno de los mayores desafíos en los estudios de crecimiento económico y desarrollo. Se trata de un factor multidimensional, es decir, analiza diferentes aspectos sociales relacionados con el crecimiento y el desarrollo sostenible. Los elementos que considera el capital social se pueden resumir en tres principales: confianza, redes sociales y normas sociales.
La confianza es una de las principales dimensiones del capital social y se investiga tanto la confianza entre personas como la confianza que una sociedad muestra hacia sus instituciones. Ambos elementos son de vital importancia a la hora de tratar de obtener un crecimiento sostenible. Las redes sociales son cada vez más importantes en un mundo globalizado. Dentro de esta dimensión se estudian la pertenencia a organizaciones formales (como partidos políticos o sindicatos) así como la pertenencia a organizaciones informales (grupos de amigos). Es una vía para medir la presencia y participación de la sociedad en las instituciones. En la tercera dimensión, la de las normas sociales, se analizan aspectos como la participación electoral o determinadas formas de comportamiento admitidas o penalizadas por la sociedad. Por ejemplo, si las normas sociales repudian comportamientos como la evasión de impuestos la sociedad donde actúen podrá proporcionar mejores servicios a sus ciudadanos. Si, por el contrario, las normas sociales consideran que evadir impuestos es algo aceptable, la sociedad verá limitado su potencial de crecimiento, al disponer de menores ingresos que redistribuir. Así, para estudiar una sociedad y entender su funcionamiento es necesario conocer cómo son y cómo funcionan las normas sociales que la rigen.
Una de las aportaciones de este trabajo es el análisis de la situación del capital social en un conjunto de países europeos y su relación con el desarrollo y con el crecimiento económico distinguiendo entre las tres dimensiones en las que se descompone: confianza, normas y redes. Realizando los análisis bajo esta perspectiva de las tres dimensiones se puede ver cuál de ellas afecta en mayor medida al desarrollo y así actuar en su potenciación a través de las políticas necesarias para reforzar los comportamientos positivos y rechazar los negativos.
Actualmente estamos inmersos en una crisis económica que muchos analistas califican como una “crisis de confianza”. Ya se ha visto que la confianza es uno de los pilares sobre el que se asienta el capital social. Esa confianza tiene dos vertientes: la confianza en los demás (interpersonal u horizontal) y la confianza en las instituciones políticas (vertical). Unas instituciones fuertes, con normas claras y reglas de juego conocidas, generan confianza en la sociedad. Por el contrario, la opacidad de las instituciones y la pérdida de confianza en las mismas, unido a que los ciudadanos son cada vez más formados y más críticos, llevan a una pérdida de confianza general.
Para evitar eso se sabe que en la creación del capital social, aunque influyen numerosos componentes, destacan, sobre todo, el papel de las familias (como la principal fuente de bienestar económico y social para sus miembros constituye la primera piedra en la generación de capital social para la sociedad en general) y de la educación como fuentes más importantes para su formación y mantenimiento. Así, una de las áreas donde el gobierno puede influir de manera más directa para la creación del capital social es a través de la educación porque las instituciones educativas no transmiten simplemente capital humano, sino que también transmiten las reglas y normas implícitas que son asumidas por los miembros de la sociedad en la que se enmarca. La educación es, además, la forma principal de adquirir capital humano y capital social y capital humano están muy relacionados entre sí. También se puede influir en el área de la protección de los derechos de la propiedad y de seguridad ciudadana, puesto que si se garantizan ambas materias, es más probable que la confianza emerja espontáneamente como resultado de interacciones reiteradas entre los individuos. El gobierno debería promover las asociaciones locales y el voluntariado, ya que la existencia de los mismos impulsa el contacto social. Asimismo, se pueden aprovechar las nuevas tecnologías para fomentar el compromiso cívico y los vínculos comunitarios porque gracias a ellas es posible que se consiga implicar un mayor número de personas en los diferentes proyectos que se aborden. De esta forma irá creciendo el capital social y al lograr que los ciudadanos perciban que pueden confiar en las instituciones (Gobierno, banca, mercados financieros…), se obtiene un mayor clima de confianza generalizada, que llevaría a las personas a confiar en las posibilidades de la economía y a la necesidad de retomar el consumo, que se retrae ante situaciones de incertidumbre.
Para finalizar recordamos también que el capital social tiene aspectos negativos (como cualquier otro tipo de capital) y así, la OCDE (2001, pág. 42) habla de ellos al afirmar que existen “formas particulares del capital social “vínculo” (bonding social capital) que tienen el potencial para impedir la cohesión social en determinadas circunstancias. En este sentido, el capital social no es diferente de otras formas de capital, cuya utilización puede servir para distintos fines – no todos necesariamente convenientes para las comunidades en general. Algunos grupos muy delimitados como, por ejemplo, cárteles, grupos de traficantes de inmigrantes ilegales, operaciones de la mafia y grupos terroristas pueden incorporar altos niveles de confianza interna y la reciprocidad. Asimismo, estos mismos grupos pueden contener a personas con altos niveles de capital humano, financiero y usar otras formas de capital para objetivos socialmente destructivos e indeseables. Algunas formas de enlaces sociales exclusivos a nivel nacional o regional pueden tener consecuencias destructivas socialmente. Estos ejemplos no socavan el potencial del capital humano y social para generar beneficios para todos o la mayoría de miembros de la sociedad en otras situaciones. Generalmente los beneficios de la mayoría de tipos de capital social vínculo y puente (bridging social capital) superan con mucho las consecuencias negativas.”
En una línea similar Portes (1998, pág. 17) identifica cuatro consecuencias negativas del capital social.
Fine es otro economista crítico con el capital social y en su obra (Fine, 2001) plantea algunas críticas similares comenzando por la facilidad que se ha adoptado y aplicado el término aceptándolo como la panacea analítica, empírica y política para capturar aquello que usando otros indicadores no se podría explicar y que, además, abarca todos los ámbitos de estudio posibles.
Por tanto, sí, el capital social es importante, pero también tiene su “lado oscuro”, pero ello no debe ser un obstáculo para profundizar en su investigación y analizar todos sus posibles efectos.
Referencias:
Fine, B. (2001). Social Capital versus Social Theory. Political economy and social science at the turn of the millennium. Routledge.
OECD. (2001). The Well-being of nations. The role of Human and Social Capital. París: Organisation for Economic Co-operation and Development, Centre for Educational Research and Innovation.
Portes, A. (1998). Social Capital: Its Origins and Applications in Modern Sociology. American Review of Sociology, 24, 1-24.