Hasta el momento hemos hablado de las bondades y virtudes del capital social, pero no debemos olvidar que también tiene un «lado oscuro» (como lo pueden tener el capital humano o el capital físico).
Este es uno de los temas por los que se suele criticar la investigación en capital social, es decir, que no todos los aspectos del capital social son positivos, puesto que el capital social tiene también un “lado oscuro” que hay que tener en cuenta, especialmente en su componente de las redes sociales.
Así la OCDE (OECD, 2001) afirma que existen “formas particulares del capital social “vínculo” (bonding social capital) que tienen el potencial para impedir la cohesión social en determinadas circunstancias. En este sentido, el capital social no es diferente de otras formas de capital, cuya utilización puede servir para distintos fines – no todos necesariamente convenientes para las comunidades en general. Algunos grupos muy delimitados como, por ejemplo, cárteles, grupos de traficantes de inmigrantes ilegales, operaciones de la mafia y grupos terroristas pueden incorporar altos niveles de confianza interna y la reciprocidad. Asimismo, estos mismos grupos pueden contener a personas con altos niveles de capital humano, financiero y usar otras formas de capital para objetivos socialmente destructivos e indeseables. Algunas formas de enlaces sociales exclusivos a nivel nacional o regional pueden tener consecuencias destructivas socialmente. Estos ejemplos no socavan el potencial del capital humano y social para generar beneficios para todos o la mayoría de miembros de la sociedad en otras situaciones. Generalmente los beneficios de la mayoría de tipos de capital social vínculo y puente (bridging social capital) superan con mucho las consecuencias negativas.”
En una línea similar Portes (1998) identifica cuatro consecuencias negativas del capital social: “la exclusión de extraños, reclamaciones excesivas sobre los miembros del grupo, las restricciones a las libertades individuales y las normas de nivelación hacia abajo”. La primera de ellas se produce porque los vínculos fuertes que traen beneficios a los miembros del grupo, generalmente inhabilitan el acceso de nuevos miembros al mismo. La segunda es una consecuencia derivada de la primera debido a que la situación de “cierre” del grupo o comunidad puede, bajo determinadas circunstancias, limitar el éxito de las iniciativas empresariales de los miembros. Las restricciones a las libertades individuales se producen porque al ser un grupo cerrado todos se conocen y conocen también sus actividades, con lo que la privacidad y la autonomía de los individuos se reducen considerablemente. La última consecuencia se deriva de la causa por la que se forma el grupo, es decir, existen situaciones en las que la solidaridad del grupo se basa en una experiencia común de adversidad y oposición a la sociedad. En estos casos, las historias de éxito individual socavan la cohesión de grupo porque ésta, precisamente, se funda en la presunta imposibilidad de tales sucesos. El resultado es la nivelación hacia abajo las normas con las que funcionan para mantener a los miembros oprimidos del grupo dentro de él y forzar a los más ambiciosos a dejarlo.
Pero, a pesar de que el capital social tiene efectos negativos no se debería dejar de considerar como un factor importante para el desarrollo, pues son numerosos los estudios que han conseguido relacionar las diferentes medidas del capital social con el crecimiento económico como hemos visto en este blog.
Referencias:
OECD. (2001). The Well-being of nations. The role of Human and Social Capital. París: Organisation for Economic Co-operation and Development, Centre for Educational Research and Innovation.
Portes, A. (1998). Social Capital: Its Origins and Applications in Modern Sociology. American Review of Sociology, 24, 1-24.